Hepatocarcinoma
El hepatocarcinoma o cáncer hepatocelular es el tumor primario más frecuente en el hígado. Al igual que en otros tipos de cáncer, se desarrolla debido al crecimiento descontrolado de células malignas cuya función está alterada, lo que provoca la formación del tumor. Estas células además pueden desprenderse del tumor y viajar a otros órganos a través de la sangre o el sistema linfático (metástasis). Las lesiones tumorales en hígado también pueden ser metástasis de un tumor originado en otra localización.
Para el diagnóstico se suelen realizar las siguientes pruebas:
- Examen físico del paciente y revisión de los antecedentes personales y familiares (otros casos de cáncer en la familia, enfermedad del hígado, etc).
- Analítica de sangre completa, incluyendo la alfafetoproteína (AFP). La AFP es un marcador tumoral relacionado con distintas enfermedades hepáticas, entre las que se encuentra el hepatocarcinoma, la cirrosis o la hepatitis.
- Pruebas de imagen, como ecografía, resonancia magnética o tomografía computerizada.
- Biopsia hepática, procedimiento en el que se extrae una muestra de células tumorales para su examen en el laboratorio.
Una vez se confirma el diagnóstico, cada caso se clasifica en estadíos, que dan información sobre el pronóstico y la evolución de la enfermedad. El sistema de estadiaje más utilizado es el Barcelona Clinic Liver Center (BCLC), que tiene en cuenta la extensión de las células tumorales a otras partes del cuerpo, la afectación de la función hepática, el estado general del paciente y los síntomas que presenta. En función de estos criterios se obtienen distintos estadíos (0, A, B, C, D):
- Los estadíos 0 (muy temprano), A (temprano) y B (intermedio) suelen comprender tumores localizados únicamente en el hígado en pacientes con buen estado general.
- El estadío C (avanzado) incluye pacientes con afectación más extensa a nivel de hígado o en otros órganos y su estado general es suficientemente bueno para plantear un tratamiento sistémico.
- El estadío D (terminal) engloba a los pacientes con mal estado general debido a los síntomas relacionados con el cáncer, con una pérdida importante de la función hepática.
En función del estado del paciente y de las características de la enfermedad el manejo terapéutico será distinto.
A nivel mundial el hepatocarcinoma fue el 6º cáncer más frecuentemente diagnosticado en 2020, con más de 900.000 casos; sin embargo la distribución de casos no es similar entre países. Concretamente en España en 2023 se diagnosticaron 6.695 casos, siendo el 13º cáncer más diagnosticado en la población general. Se trata de una enfermedad más frecuente en hombres; del total de casos diagnosticados en España, el 77,1% fueron hombres, situándose el 8º de la lista de tumores diagnosticados.
¿Cuáles son las causas de su aparición?
Las causas por las que aparece el hepatocarcinoma aún no están totalmente definidas. Sin embargo, sí se han identificado distintos factores que pueden aumentar el riesgo de padecer esta enfermedad, siendo algunos de ellos prevenibles.
Los principales factores que pueden suponer un riesgo aumentado de padecer la enfermedad son:
- Cirrosis: se trata de una enfermedad hepática en la que las células del hígado pierden su funcionalidad debido a una agresión constante. Una de las causas principales es el abuso del alcohol, aunque puede haber otros factores relacionados como la infección por el virus de la hepatitis B o C, hipertensión portal u otras enfermedades como la hemocromatosis (acumulación de hierro en el organismo, principalmente en el hígado).
- Acumulación de grasa en el hígado, asociada a obesidad, diabetes o esteatosis hepática no alcohólica (EHNA).
- Infección por el virus de la hepatitis B o C.
- Factores medioambientales, como la exposición a aflatoxinas.
- Edad avanzada y sexo masculino.
¿Qué síntomas son los más frecuentes?
Los síntomas no suelen presentarse en fases tempranas de la enfermedad. Suelen aparecer en fases más avanzadas, y los más frecuentes son:
- Dolor abdominal en el lado derecho del cuerpo.
- Pérdida de peso, debilidad o fatiga.
- Hinchazón abdominal o aparición de bultos en el lado derecho del abdomen, que podrían deberse a la inflamación del hígado.
- Coloración amarillenta en la piel o los ojos (ictericia), debido a altos niveles de bilirrubina en sangre por una alteración del funcionamiento del hígado.
- Picor en la piel (prurito) debido a altos niveles de bilirrubina.
En estadíos tempranos el objetivo del tratamiento será la curación, e incluirá distintos tipos de abordajes como cirugía, radioterapia u otros tratamientos locales. En estadíos avanzados o metastásicos el objetivo será frenar el crecimiento de las células tumorales y controlar los síntomas de la enfermedad. Principalmente se utilizarán terapias sistémicas, pero se pueden asociar otros tratamientos locales en determinadas circunstancias.
La elección del tratamiento se tomará de forma consensuada por un grupo multidisciplinar en el que participan distintos especialistas (Oncología Médica, Aparato Digestivo, Cirugía General, etc), y dependerá de las características de la enfermedad y el estado del paciente.
CIRUGÍA
Se trata de la mejor opción curativa para tratar el hepatocarcinoma, y consiste en la extirpación del tejido tumoral. La intervención quirúrgica puede no ser posible si el tumor es demasiado grande o se ha extendido a otros órganos, o si el paciente tiene otras enfermedades graves de base.
Existen dos opciones quirúrgicas: la hepatectomía (extirpación de una parte del hígado, en la que se encuentra la masa tumoral) y el trasplante hepático.
RADIOTERAPIA
La radioterapia se basa en la aplicación de radiaciones ionizantes directamente sobre las células, dañando su material genético y produciendo su muerte. La opción más frecuente es la radioterapia corporal estereotáctica (o SBRT por sus siglas en inglés), en la que se administra una dosis alta de radiación de forma localizada sobre la lesión tumoral.
TRATAMIENTOS LOCALES
Su objetivo es destruir el tejido afectado por el tumor, pudiendo utilizarse para ello distintas técnicas como la radiofrecuencia (se aplican ondas de radio), inyección percutánea de etanol (se administra alcohol directamente en el tumor) o crioterapia (aplicación de frío).
Otro tipo de tratamiento local es la embolización del tumor con quimioterapia o radioactividad, es decir, se utilizan partículas cargadas con fármacos o elementos radioactivos para cortar el flujo de sangre que llega al tumor, impidiendo su crecimiento y provocando la muerte de las células malignas.
TERAPIAS SISTÉMICAS
El objetivo ya no es la curación, sino el control de la enfermedad, frenando el crecimiento de las células tumorales. Actualmente los dos grupos de fármacos más utilizados son las terapias dirigidas y la inmunoterapia.
- Terapias dirigidas: son moléculas pequeñas que se unen de forma específica a ciertas partes de las células tumorales para evitar su crecimiento. Los más utilizados son los fármacos anti-angiogénicos (evitan la formación de nuevos vasos sanguíneos para que el tumor no pueda obtener los nutrientes necesarios para su crecimiento), entre los que se encuentran bevacizumab (de administración intravenosa), o los inhibidores de tirosinquinasa (de administración oral) como sorafenib o lenvatinib.
Inmunoterapia: son fármacos biológicos que “reactivan” el sistema inmune. Las células tumorales producen sustancias que inhiben el sistema inmune del paciente para que los glóbulos blancos no las ataquen. Con la inmunoterapia conseguimos anular esa señal inhibitoria, permitiendo que las propias células inmunitarias del paciente impidan el crecimiento tumoral. Un ejemplo de fármaco inmunoterápico es atezolizumab.
Fecha de actualización:
08/02/2024
Autoría y revisión:
GEDEFO