Carcinoma de células basales
Los tumores malignos de piel de tipo no melanoma son muy frecuentes, aunque suelen tener buen pronóstico y la tasa de mortalidad es baja. Dentro de este grupo de enfermedades, la más frecuente es el carcinoma de células basales, que representa entre el 80-90% de todos los cánceres cutáneos. Las células basales son un tipo de células presentes en la capa externa de la piel que, al exponerse de forma repetida a agresiones externas como las radiaciones ultravioleta, pueden desarrollar mutaciones que alteren su actividad o produzcan un crecimiento descontrolado de las células. Estas células además pueden desprenderse del tumor y viajar a otros órganos a través de la sangre o el sistema linfático (metástasis).
Para la detección precoz es importante detectar la aparición de nuevas lesiones o cambios en los ya existentes, para poder acudir al especialista en caso de alteraciones sospechosas. Para el diagnóstico se suelen realizar las siguientes pruebas:
- Examen físico del paciente para la localización de lunares, lesiones y manchas.
- Revisión de los antecedentes personales y familiares (otros casos de cáncer en la familia, por ejemplo).
- Biopsia de lesiones sospechosas, procedimiento en el que se extrae una muestra de células tumorales para su examen en el laboratorio.
- En caso de sospecha de enfermedad avanzada pueden ser necesaria pruebas de imagen como ecografía, resonancia magnética o tomografía computerizada, o la realización de la técnica del ganglio centinela para determinar una posible afectación ganglionar.
Una vez se confirma el diagnóstico, cada caso se clasifica en estadíos, que dan información sobre el pronóstico y la evolución de la enfermedad. El sistema de estadiaje más utilizado es el TNM publicado por la American Joint Committee on Cancer (AJCC), que tiene en cuenta el tamaño de la lesión tumoral y el grado de invasión, la afectación de los ganglios y la extensión de las células tumorales a otras partes del cuerpo. En función de estos criterios se obtienen distintos estadíos, siendo el estadío I el de mejor pronóstico y el estadío IV el más avanzado, con presencia de metástasis a distancia.
En función del estado del paciente y de las características de la enfermedad el manejo terapéutico será distinto.
Debido al gran número de diagnósticos de tumores de piel de tipo no melanoma es difícil estimar con certeza la incidencia de la enfermedad, aunque se estima que a nivel mundial podría suponer el 6,2% de todos los tumores. En España la incidencia en 2020 fue de 61 casos/100.000 habitantes en hombres y 33 casos/100.000 habitantes en mujeres.
¿Cuáles son las causas de su aparición?
Una de las principales causas de aparición de los tumores malignos de piel es la exposición a la radiación UV procedente de la luz solar; estos rayos UV pueden provocar alteraciones y mutaciones en el material genético de las células, haciendo que se reproduzcan sin control. Debido a ello la prevención del cáncer de piel se basa en la protección frente a la luz solar, como por ejemplo evitar la exposición solar en las horas centrales del día, utilizar ropa que cubra la mayor cantidad de superficie corporal posible, así como sombreros y gorras, y el uso de cremas con alto factor de protección solar.
Otros factores de riesgo son:
- Edad: el riesgo es mayor con el paso de los años.
- Exposición previa a radiaciones ionizantes.
- Historial personal o familiar de melanoma u otros tumores cutáneos.
- Inmunosupresión crónica: debido a enfermedades como la infección por VIH o por el uso de fármacos como corticoides o inmunosupresores.
- Fototipo: las personas con piel, pelo y ojos claros tienen mayor riesgo de sufrir quemaduras por la exposición solar y de la aparición de cáncer de piel.
¿Qué síntomas son los más frecuentes?
Los síntomas suelen aparecer en zonas expuestas a la luz solar como en la cabeza y el cuello. Principalmente suele ser un cambio en la piel, como:
- Manchas enrojecidas y engrosadas que sobresalen de la superficie de la piel.
- Bultos de color similar a la piel que puede sangrar, formando una costra.
- Úlceras y llagas que no cicatrizan y/o pueden extenderse en tamaño.
- Lesiones costrosas o ásperas que sangran fácilmente.
Dado que los carcinomas de células basales suelen estar muy localizados, el tratamiento se basará en la eliminación local de las células tumorales, aunque siempre existe la posibilidad de que se produzca una recidiva del tumor. La elección del tratamiento se tomará de forma consensuada por un grupo multidisciplinar en el que participan distintos especialistas y dependerá de las características de la enfermedad y el estado del paciente.
TRATAMIENTOS LOCALES
- Cirugía: se basa en la extirpación del tumor y de parte del tejido que lo rodea. Puede ser necesario volver a intervenir quirúrgicamente en el caso de que los márgenes de la zona no estén completamente libres de enfermedad.
- Radioterapia: consiste en la aplicación de radiaciones ionizantes directamente sobre las células, dañando su material genético y produciendo su muerte. Es una opción en pacientes con afectación ganglionar para el control de la enfermedad o en casos en los que no es posible la cirugía.
- Crioterapia: en lesiones pequeñas de bajo riesgo se puede plantear la eliminación de las células tumorales mediante congelación. En estos casos la electrocirugía también podría ser una opción.
- Tratamientos tópicos como la fototerapia o el uso de cremas que contengan fármacos antineoplásicos (que destruyen las células tumorales) o inmunomoduladores.
TERAPIAS SISTÉMICAS
- Terapias dirigidas: son moléculas pequeñas que se unen de forma específica a ciertas partes de las células tumorales para evitar su crecimiento. Se administran vía oral, y son una alternativa en pacientes no candidatos a cirugía o radioterapia. Un ejemplo sería vismodegib.
- Inmunoterapia: son fármacos biológicos que “reactivan” el sistema inmune. Las células tumorales producen sustancias que inhiben el sistema inmune del paciente para que los glóbulos blancos no las ataquen. Con la inmunoterapia conseguimos anular esa señal inhibitoria, permitiendo que las propias células inmunitarias del paciente impidan el crecimiento tumoral.
Fecha de actualización:
24/02/2024
Autoría y revisión:
GEDEFO